PANTER VITA ECO
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Nacida en los 80 como una experiencia piloto para sacar a los enfermos mentales de los hospitales psiquiátricos y del estado de marginación social que padecían, en la actualidad La Fageda es un organización con más de 300 personas que factura 17 millones de euros y vende sus productos en cerca de 1.800 tiendas de Cataluña.

Cristóbal Colón, fundador de la cooperativa La Fageda y psicólogo especialista en Laborterapia para la rehabilitación de enfermos mentales, fue el encargado de dar la última ponencia de la VII edición del Congreso ExpoCadena, celebrado el pasado 23 de febrero en el Palacio de Congresos de Sevilla. Ante un público absolutamente entregado, ofreció su particular visión de la responsabilidad social corporativa, como responsable de un proyecto empresarial donde se ha reinsertado laboral y socialmente a personas con discapacidad psíquica o trastornos mentales severos.

“Hola, me llamo Cristóbal Colón, vengo de un manicomio con 14 enfermos mentales y queremos montar una empresa”. Con esta frase arrancó el proyecto de Colón en el año 1982. Pero comencemos por el principio…

Después de algunos años ejerciendo como sastre, Cristóbal Colón entró a trabajar en el Hospital Psiquiátrico de Zaragoza en 1972 como mozo de manicomio. Tras pasar por instituciones semejantes en Barcelona y Gerona, el fundador de La Fageda estudió psicología, se formó en psicoanálisis y se especializó en laborterapia. Fue entonces cuando, “haciendo honor a mi nombre, hice un gran descubrimiento: que eso de trabajar va bien, que es una parte fundamental de la vida de las personas”. Empezó entonces a organizar talleres de laborterapia en los hospitales, incluyendo excursiones y otras actividades paralelas. Sin embargo, pasado 10 años de práctica en los hospitales y organizando los talleres se dio cuenta de que no era ese el trabajo que los enfermos mentales necesitaban, “eran manualidades”. Fue ahí cuando decidió dejar el hospital para fundar una empresa que pudiese crear puestos de trabajo reales. “No teníamos dinero ni teníamos un proyecto, pero sí el know how: 14 enfermos mentales y yo con una media de 15 años de manicomio”, rememoró.

Con esas cartas de presentación Colón y su grupo fueron a hablar con el alcalde de Olot, municipio español de la provincia de Gerona, para convencerlo de que les facilitara unas instalaciones para montar su empresa. “¿Y cómo lo conseguimos? – reflexionó– La alternativa era volver al manicomio. Es eso que llamamos motivación”.

Instalados ya en las salas de un antiguo convento, el grupo empezó haciendo trabajos para otra empresa, si bien Colón tenía claro que “no quería convertir a los trabajadores en mano de obra barata para las empresas”. Con esta idea en mente “encontramos una fábrica abandonada donde había habido vacas y decidimos poner vacas, ahorrándonos a todos los consultores”. De esta manera, en el año 87, el grupo recaló en su sede actual, el Mas Els Casals, que se encuentra dentro de la Reserva Natural de La Fageda d’en Jordà, en el corazón del Parque Natural de la Zona Volcánica de la Garrocha. Más adelante, con la entrada de España en la UE, se estableció un sistema de cuotas de leche que convirtió a la joven empresa en “candidata a desaparecer”. “Pero como no estábamos dispuestos a perder puestos de trabajo dimos un paso al frente y decidimos hacer yogures”, relató su fundador. Y como de lo que más sabían era de hospitales, empezaron ofreciéndolos en los que había en Barcelona. Esa fue la puerta de entrada, y poco a poco los propios supermercados empezaron a interesarse en el producto y a pedirlo, pese a que “nunca hemos gastado ni un duro en publicidad”.

Llegamos así al momento actual, con una empresa consolidada y un producto con una alta reputación, que recibe miles de visitas al mes y vende 64 millones de yogures al año y que ha ampliado su producción a helados, mermeladas y postres lácteos. Todo ello pese a ser “los más caros del mercado” y a no comunicar por ningún canal que son un proyecto social. “La gente nos compra porque somos el mejor yogurt de granja, no por otra cosa”, reflexionó Colón, destacando “el poder que tiene un sentimiento de pertenencia a algo supero a ti en personas que tienen su autoestima deteriorada”.

Tan exitoso ha sido el proyecto (hasta las vacas de la granja, que escuchan música clásica y son tratadas con mimo tendrían algo que decir al respecto si pudieran) que “en la comarca de La Garrocha no hay personas que padezcan una enfermedad mental o discapacidad psíquica que estén sin trabajo, mientras que en el resto der España la tasa de paro para personas con una enfermedad mental grave es del 80%”, aseguró su fundador. Y siguen creciendo, gracias a un sistema que reinvierte las ganancias en nuevos proyectos en lugar de repartirlas entre los accionistas. Así, han implementado residencias y apartamentos “con apoyo” para los trabajadores, además de una masía paras los jubilados y han ampliado su aplicación de la RSC a jóvenes en riesgo de exclusión social. Y más aún: Si algún trabajador quiere cambiar de empresa se le forma y acompaña para que se incorpore a otra plantilla. Sin embargo, este crecimiento tiene un límite, que nace de tener los objetivos claros: “No queremos salir de La Garrocha ni vender fuera de Cataluña porque entendemos que hemos construido una marca en torno a un producto de proximidad”, indicó Colón.

No es de extrañar entonces que este caso empresarial se estudie en las mejores escuelas de negocio de España y el extranjero, algo que “llena de orgullo a los trabajadores”. “Cuando vienen las visitas y se llevan bolsas llenas de yogures vemos la cara de felicidad de nuestros trabajadores y sabemos que están orgullosos de participar en este proyecto”, finaliza Colón. Sin duda otra de las claves del éxito de su negocio.

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