El sector de la ferretería y el bricolaje está plagado de profesionales fascinantes que, más allá de su faceta laboral, son los protagonistas de vidas repletas de aventuras, pasión y alguna que otra excentricidad. De la mano de Ángel Pérez, inauguramos una nueva sección en la que trataremos de acercar el lado más personal de algunas de las caras más conocidas (otras no tanto) de nuestro campo de trabajo.
En esta ocasión, hablaremos sobre qué hay en la mente de Pedro Díaz Rigol, gerente y administrador de Comercial y Ferretería Díaz (El Vendrell), cuando está fuera de su establecimiento. Durante más de diez años, Díaz ha sido presidente de Cofac. De hecho, intervino en la fusión de Cifec-Cofac y el nacimiento de QF plus y NCC.
Pedro Díaz ha sido presidente de Cofac durante más de diez años e intervino en el nacimiento de NCC
Se incorporó al negocio familiar hace ahora 50 años y tiene multitud de aficiones, empezando por la de radioaficionado con el indicativo EA-CSB. A raíz de sus estudios de ingeniero de telecomunicaciones, se aficionó a la electrónica diseñando sus propios equipos y antenas. Actualmente no está activa, pero asegura que no tardará mucho en reemprenderla.
Otra de sus aficiones es el buceo, del que afirma haber disfrutado muchos años los domingos con buena mar, tanto en verano como en invierno. Un amigo le invitó a probarlo hace unos 40 años y quedó tan encandilado que, seguidamente, superó el curso necesario y empezó a practicarlo. El resto del tiempo, excepto en verano, lo dedica a volar con su avioneta ultraligera. Su vehículo es el modelo MCR-01 del fabricante francés DYN AERO, popularmente conocido como BAMBI. Es de construcción íntegra de fibra de carbono, cabinada con calefacción y motor Rotax de cuatro tiempos ,100 HP y una VNE (velocidad de no exceder) de 300 km/h.
Pedro obtuvo la licencia de vuelo en 1997 y ha participado en diversas vueltas aéreas por la Península Ibérica, concentraciones en diversos campos de vuelo y conseguido varios trofeos de participación
Pedro obtuvo la licencia de vuelo en 1997 y ha participado en diversas vueltas aéreas por la Península Ibérica, concentraciones en diversos campos de vuelo y conseguido varios trofeos de participación. Esta es una afición muy gratificante para él, ya que le permite conocer la geografía desde el aire y estar en destino en poco tiempo con una sensación de libertad inigualable. Valga como ejemplo aterrizar en un campo de vuelo de Mallorca, desayunar, ir a comprar una ensaimada y volver a comer a casa. O bien aterrizar en Banyeres de Luchón, a los pies del Aneto, en Francia, visitar el mercado local que hacen los domingos y comer en casa. También aterriza en pistas de montaña en medio del bosque y hace una buena recolecta de setas para comer al mediodía.
Una vez al año, el aeroclub organiza una actividad junto a Afanoc en la que niños enfermos de cáncer asisten con sus padres o acompañantes al campo, donde se realizan diversas actividades lúdicas y se hacen bautismos de vuelo con los niños.
Desgraciadamente, debido sobre todo a las obligaciones laborables, solo ha podido volar los domingos. A veces aluna de sus hijas le acompaña, pero realmente realiza las rutas solo o en compañía de amigos, ya que su avión es biplaza.
Pedro ha querido compartir con Canal Ferretero un suceso impactante que experimentó durante un vuelo:
Estaba realizando la vuelta Ibérica alrededor de la Corona de Aragón junto con otros compañeros, organizada por el aeroclub de Vallmoll, con mi segundo avión, un Cedimex americano de tubo y tela y motor de dos tiempos. Cuando atravesaba las montañas de Teruel observamos el manómetro de la presión de combustible que marcaba cero. Como es de suponer, el motor se quedó sin combustible y se paró. Iba con un compañero del campo de vuelo de Bellvei y decidimos planear a la búsqueda de un lugar donde aterrizar. Como llevábamos altura pudimos escoger y nos decidimos por una carretera que, si bien era estrecha, no había tráfico. Solo teníamos una oportunidad para aterrizar, pues el avión debía acercarse despacio, bajando suavemente, sin posibilidad de rectificar, ya que no funcionaba el motor y aprovechar el momento que pasara ningún vehículo.
Al enfilar la carretera para proceder al aterrizaje, nos percatamos que había una línea de cables eléctricos justo en la senda de descenso por lo que tuve que maniobrar para pasar por debajo ya que no podíamos abortar la maniobra de aterrizaje, pues nos faltaba motor. Al final, con trancas y barrancas, tomamos tierra en la carretera y arrastramos el avión a un pequeño espacio en un lateral. Justo en este momento empezaron a pasar vehículos, uno tras otro, pues parece ser que había una boda en el pueblo cercano y se estaba desplazando la comitiva.
«Cuando atravesaba las montañas de Teruel observamos el manómetro de la presión de combustible que marcaba cero. Como es de suponer, el motor se quedó sin combustible y se paró»
El lugar donde aterrizamos era una carretera local que llevaba al pueblo de Celades (un pequeño pueblo de 400 habitantes). Al cerciorarse que estábamos allí, se desplazó casi todo el pueblo a atendernos, con coche, con tractor, con bicicleta, a pie. El alcalde se ofreció a llevarnos a Teruel a buscar el recambio que necesitábamos para poder despegar otra vez con lo que conseguimos una bomba de combustible de coche que acoplamos a nuestro motor. Fuimos la atracción de aquel domingo en este pueblo y cabe agradecerles todo el esfuerzo que hicieron para ayudarnos, Al final despegamos cargados con quesos, licores y embutidos.
Sirva de comparación decir que la avería no era la bomba de combustible defectuosa, sino el filtro de gasolina sucio por haber repostado durante la vuelta gasolina en malas condiciones. Por eso, de vuelta a casa se nos volvió a parar el motor y tuvimos que aterrizar en la autopista en construcción en Calafell. Por allí pasaron gente con coches, bicicletas y paseando al perro. Nadie nos preguntó si necesitábamos algo o teníamos dificultades. Saquen sus conclusiones.