Recordarán cuando explicaba una de las herramientas, el coche. Ya pasó un año desde que lo estrené, en la sala de espera del concesionario estoy mientras escribo esto, le toca su primera revisión. Buena herramienta con la que tengo que pasar horas y que cumple las expectativas.
Hoy toca otra y quizás la más importante para un agente comercial, el catálogo. Y es que, sin él, difícilmente podríamos desarrollar nuestro trabajo, imprescindible en mayúsculas. Una empresa debe utilizar varias herramientas para dar a conocer sus productos, antiguamente con sólo cuatro páginas, y sin darle mucha importancia, ya podíamos salir a la calle.
Luego se fue complicando. Mejores fotos, mayores instrucciones y especificaciones, una bonita imagen de la empresa… Básicamente para que el cliente, muchas veces el que iba a utilizar el producto, se fijará en el tuyo y no en el de la competencia.
Cuando empecé en la empresa, hace casi treinta años, lo veía con seis páginas. Ahora, en su última edición, con 180, en blanco y negro y con dibujo. Y eso que es una edición reducida. Además, últimamente lo veo con fotos en alta resolución, últimas tecnologías y códigos QR para descargar la ficha técnica o formas de empleo. Lo mejor de lo mejor.
Pero llegamos a la distribución del catálogo, esa herramienta tan ansiada cuando cambia el año, porque todo el mundo asume que será nuevo, que los precios habrán cambiado. Buena señal, el cliente sigue teniendo interés en tus productos y quiere estar al día de la información, hasta aquí perfecto.
Sin embargo, siempre hay un “pero”. Y es que te prepararas la entrega, lista de clientes que compran, los que pueden ser potenciales… Haces la entrega a los primeros, donde te entretienes a enseñarles las novedades, en algún caso tocó hacerle abrir el ordenador, entrar en la web, porque la empresa implementó un sistema para calcular los presupuestos de los productos especiales.
El primer “pero”. Un tanto por ciento ínfimo utiliza la plataforma para hacer esos presupuestos, me los mandan a mí, y a trabajar. Sí, es verdad, es parte de nuestro trabajo. Y con ganas y gusto, porque algunos se acaban convirtiendo en pedido. Lo que no es de cajón, la urgencia, porque después, el cliente final tardará semanas, meses y algún que otro año, en decidirse.
Segundo “pero”. Entregas los nuevos catálogos, todo nuevos, con sus nuevos logos, cambio de imagen lo llaman. La portada con colores diferentes, más elegantes, el de marketing se lo ha currado esta vez. Respuesta del cliente: ahora me costará encontrarlo, me había acostumbrado al color anterior. En fin.
Tercer “pero”. Al cabo de unas semanas o meses, te llama el cliente con la consulta sobre una referencia y ¡oh! Sorpresa, la página que te está diciendo no coincide con la del catálogo que tú tienes en la mano. Y es que, por arte de magia, el catálogo en sus manos es el de la edición anterior, cuando no el de la de hace tres años ¿Qué pasó con el que le dejaste hace unos meses? Se perdió o lo tiró pensando que era el viejo.
Hace años una empresa solucionó ese problema. Cuando entregabas el nuevo, recogías el viejo. Otro llevaba unas tarjetas, las cumplimentabas, en el del cliente se quedaba una copia y tú te guardabas el otro trozo de la tarjeta y lo archivabas, un trabajo ingente para nada. El catálogo se seguía perdiendo. Y no digamos cuando en la visita con la persona de fábrica, el cliente te sale con el catálogo viejo. Tierra trágame.
Cuarto “pero”. El imprimir un catálogo, en físico o en PDF, conlleva errores, siempre. Así lo hayan revisado seis personas diferentes. Cuando sale la edición definitiva, toca mandar la fe de erratas, una, dos y a veces tres y cuatro. Para no tener que volver a imprimir, el coste es brutal y al cabo del año se tiran cientos de miles, tenemos una nueva herramienta. La web donde puedes descargarte la ultimísima edición corregida. Pues no, eso de consultar en PDF no me gusta, no es práctico, es lento, no me acostumbro ¿Tanto nos cuesta ponernos al día con las tecnologías? Sin embargo, para jugar a la Play o al Candy Crush sí lo sabemos hacer.
Hay más “pero” que ahora no recuerdo y tampoco es cuestión de enumerarlos todos. Los dejo para que quien lea estas líneas lo reflexione y si en algún momento tiene ocasión, nos los haga llegar. Es verdad, también hay agentes comerciales negados a la hora de entregar los catálogos, por qué no decirlo. Lo de las tecnologías, es flagrante su ineptitud, hay que decirlo, por supuesto. Eso de ponerse al día lo llevan fatal, he visto y escuchado en convenciones a compañeros preguntar cosas que a mí se me caería la cara de vergüenza. Pero lo de las convenciones, lo dejo para otro artículo.
La lectura de hoy, una trepidante novela de asesinatos en serie que te hunde en el sofá devorando sus páginas para desentrañar el final. ‘Nos crecen los enanos’, de César Pérez Gellida.
Y cómo no, he de recordar que hace no mucho fue Sant Jordi y mi biblioteca ha vuelta a crecer. En la próxima ocasión detallaré lo adquirido/regalado. Adelanto que hay algo de novela histórica, ‘thriller’ y un poco de política.
Comercial Errante: La lista de los “pero”
En este mundo de la ferretería las herramientas son diversas. Manuales, eléctricas, electrónicas, hidráulicas, neumáticas. Las he trabajado casi todas y querer saber de todas es sumamente difícil. Pero hoy toca hablar de otro tipo de herramientas, las que necesitamos para desarrollar nuestro trabajo comercial.
